Murieron encerrados, intoxicados por el humo de un incendio, separados de sus familias, lejos de su patria, esperando la atención de las autoridades que jamás llegó, empobrecidos, con sus derechos humanos violentados y con la marca en la piel de ser migrantes, de ser vistos y tratados como humanos ilegales, víctimas de una política migratoria racista y que criminaliza. No se puede decir de otra forma. Fue el gobierno de la Cuarta Transformación. Fue el Estado. El Presidente no pudo reconocer que su política migratoria también es responsable de esta tragedia una política racista que hace que los agentes migratorios bajen de los camiones que entran por el sur del país a aquellos que les parecen centroamericanos esa política que hace posible que los agentes extorsionen y despojen a los migrantes de lo poco que traen consigo. Una política inhumana que tiene a los migrantes en condiciones de hacinamiento. Una política cruel que les hace creer que pueden alcanzar el estatus de refugiados, cuando la realidad es que pocos lo consiguen. Y una política que los convierte en criminales cuando protestan para ser tratados como personas. Una política migratoria que los criminaliza más allá de la muerte. Los lamentos y las enérgicas condenas no alcanzan cuando sigue en pie una política migratoria racista y que criminaliza, por eso lo sostengo. En la muerte de esos 38 migrantes, fue el Estado. 38 MIGRANTES MUERTOS: FUE EL ESTADO | EDITORIAL DE ADELA MICHA