Fotografías: Chino Lemus / OCESA
Inaudible. Así fueron los diez minutos iniciales del primer concierto de Jonas Brothers en el Palacio de los Deportes. No fue su culpa. Tampoco señalemos a sus ingenieros de audio. La producción fue de primer nivel. Es que contener los gritos de 15 mil fanáticos en un domo de hierro parece tarea imposible. Sobre todo cuando llevan seis años esperando en desesperante silencio.
¿Increíble, no? Seis años pasaron desde la separación del trío estadounidense para que volvieran a ofrecer un concierto en la Ciudad de México. El show tiene cerca de un año cocinándose. Los boletos en tierras Aztecas estuvieron en venta desde el 29 de mayo, aunque no duraron más de un mes en taquillas. El esperadísimo sold out no sorprendió a nadie.
Todo fue una copia al carbón del tour por su país. El escenario, las pantallas, las luces, los fuegos artificiales y hasta un escenario B en la parte trasera del recinto que consta de una plataforma giratoria y ascendente que los elevó por los aires para placer de sus fanáticos más alejados de las tarimas principales.
Ahí tiraron una sesión acústica con las peticiones que sus fanáticos hicieron antes de realizarse la tocada. Está idea le da un toque especial a cada show, personaliza la presentación a un máximo nivel y los vuelve íntimos, alcanzables, accesibles, humanos. Fuera el papel de súper estrellas.
Fue en este tramo, a diferencia de la gira estadounidense, que decidieron incluir "Runaway", su canción junto a Natti Natasha, Sebastián Yatra y Daddy Yankee. El formato, en realidad, le hizo un gran favor al tema.
Tampoco se olvidaron de sus carreras fuera de la banda. Una rola de DNCE (banda de Joe) y otra de Nick en solitario fueron parte del reencuentro. El universo Jonas Brothers es realmente inmenso.
En las pantallas le dieron su toque cinematográfico al concierto. Por cachos nos mostraron videos en los que cada uno de los integrantes simulaba reecontrarse consigo mismo en la niñez.
'Comeback' fue la canción que sentó a Kevin detrás de un piano, misma donde pudimos ver a sus hijas como parte de la producción videográfica en los led del Palacio de los Deportes. Emotivo hasta los huesos.
Me gustaría decir que todo con el audio mejoró al paso de los minutos, pero la saturación local en respuesta a los ensordecedores gritos del público, reventó los tímpanos en más de una rola. Perfectamente justificable, aunque no idóneo.
Punto para su baterista, un tremendo monstruo de los tambores, amo y señor de las baquetas. Jack Lawless lleva más de 10 años con los carnales y también formó parte de la banda comandada por Joe, DNCE.
El disco ganador de la noche fue su más reciente producción discográfica, misma que le da nombre al tour mundial en que ahora están inmersos, Happiness Begins (2019). Un total de nueve rolas extraídas de dicha placa sonaron en el 'Domo de Hierro' durante su primera de dos presentaciones.
Los fanáticos también jugaron un rol protagónico durante la interpretación de 'Lovebug'. Los colores de la bandera mexicana en luces neón iluminaron la parte alta de las gradas. El 'fan action' (planeado con anticipación) sorprendió a Kevin, lo notó antes que nadie. La sonrisa y su recorrido de derecha a izquierda con el pulgar me hace creer que un escalofrío recorrió cada centímetro de su cuerpo, le puso los pelos de punta (como dirían mis ancestros) e incluso le dio patadas en los lagrimales.
"Topa, carnal, se ve bien chido, bien chicles, bien merga ese mural. Ah, nu ma, se me van a salir una o dos de cocodrilo. Al chilaquil", es la traducción que mi mente hizo al ver que los hermanos comentaban al oído el acontecimiento de la fanaticada.
Sólo por hoy su despedida es un 'hasta mañana', pero el jueves ya será un trago amargo que conforme pasen los días, se convertirá en una terrible agonía por tenerlos de vuelta, a nuestra merced.